Por Matías Joaquín Robirosa
Según un reciente informe del “Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo”, en América Latina el 22% de las empresas que cotizan en bolsa, y el 28% de las grandes empresas son de propiedad familiar. En Argentina casi el 20% de las grandes empresas son de propiedad familiar y generan más ingresos que las demás compañías. Ejemplo de esto son el Grupo Techint y Molinos Rio de la Plata. (ver informe)
El liderazgo alcanzado por estas empresas en sus respectivos mercados, en buena medida se debe a que el componente familiar ayudó a superar las recurrentes crisis económicas, cambiarias y políticas de nuestro país. La rentabilidad no es el único propulsor en estas compañías, jugando también un rol preponderante los logros y vínculos intrafamiliares, el prestigio y la trayectoria dentro de la comunidad.
No debe perderse de vista que los desafíos de la empresa familiar son muchos y se presentan periódicamente. Comúnmente surgen las siguientes dificultades:
- uso de los bienes de la empresa por los integrantes de la familia,
- informalidad,
- desobediencia de las órdenes impartidas por los directivos de la empresa,
- confusión de roles,
- reticencias a la hora de incorporar un heredero en la empresa,
Sin lugar a dudas, el mayor desafío se presenta cuando la generación que dio nacimiento a la empresa se retira y deja paso a la siguiente. Esto lleva a preguntarse ¿existen herramientas para evitar un conflicto dentro de la empresa familiar?
Si, muchas, pero poco utilizadas en la práctica. Podemos mencionar:
- incorporación de cláusulas estatutarias que regulen las relaciones entre los socios y la incorporación de herederos.
- protocolos de familia.
- pactos sobre herencia futura de una explotación productiva, entre otras.
Lo importante es lograr prevenir los posibles conflictos que puedan poner en peligro no solo la compañía, sino la unidad familiar.